La Amazonía es la selva tropical más grande y con mayor diversidad biocultural del mundo, es el hogar de más de 500 pueblos indígenas y alberga un tercio de las especies de plantas y animales de la Tierra, y. El sistema fluvial de la cuenca del Amazonas produce el 20 por ciento de la descarga de agua dulce del mundo, secuestra y almacena entre 73 y 100 mil millones de toneladas de carbono; estas características únicas hacen que funcione como el corazón biológico de nuestro planeta ya que regula el clima global, produce oxígeno y lluvia e impulsa los sistemas climáticos

Pese a estas particularidades, nuestro territorio ha sido víctima de invasiones y vulneraciones continuas a través de la historia. Durante la pandemia, sumado a las grandes cifras de muertes por el COVID-19, debido a la carencia de servicios de salud y abandono de los Estados, sufrimos la pérdida de defensores y defensoras que fueron asesinados por proteger sus territorios y medios de vida frente al incesante avance de las actividades extractivistas, que a pesar de las restricciones y cuarentenas, jamás se detuvieron: los derrames petroleros, la alta incidencia de minería legal e ilegal, la deforestación  y los incendios siguieron siendo la constante en la Amazonía.

Como consecuencia, la cobertura forestal se ve afectada por la influencia de la deforestación y degradación excesiva, empujando a la Amazonía a un peligroso punto de no retorno que puede traducirse en la muerte regresiva de todo el ecosistema. Esto liberaría emisiones masivas de dióxido de carbono y traería consecuencias rápidas y catastróficas para la estabilidad climática global. 

Sin embargo, solo se ha evidenciado falta de voluntad política para la implementación de acciones oportunas regionales y globales a favor de la protección de la Amazonía, revelando una total incomprensión del problema. Lo que pasa en la Amazonía no se queda en la Amazonía. La vida en el planeta no es viable sin este bioma y las políticas actuales no son suficientes para abordar la situación actual; en un escenario post pandemia es necesaria una visión innovadora que cambie el actual modelo fallido que está poniendo en riesgo la propia preservación de la humanidad.

Ante esta realidad alarmante, los pueblos indígenas de la cuenca amazónica que milenariamente hemos protegido nuestro territorio, desde el liderazgo de COICA junto a sus 9 organizaciones nacionales, con el apoyo de organizaciones ambientales, de derechos humanos y la comunidad científica, conscientes de que nuestras acciones en los próximos años determinarán el destino de nuestro planeta, presentamos la iniciativa “Amazonía por la vida, protejamos el 80% al 2025” como un llamado global y una medida urgente para detener el punto de no retorno y responder a la crisis planetaria con un cambio transformador, ya que, para asegurar la integridad de los sistemas hidrológicos, la biodiversidad y garantizar el rol fundamental como regulador climático mundial, la Amazonía requiere que al menos el 80 por ciento de sus bosques permanezcan intactos.

¿Qué es el punto de no retorno?

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático o Panel Intergubernamental del Cambio Climático – IPCC (2019) define el punto de no retorno o inflexión como “un nivel de cambio en las propiedades del sistema más allá del cual un sistema se reorganiza, a menudo de forma abrupta, y no vuelve al estado inicial, incluso si los impulsores del cambio se reducen. Para el sistema climático, se refiere a un umbral crítico cuando el clima global o regional cambia de un estado estable a otro estado estable”.

Los científicos  advierten que si la Amazonía llega al umbral del 20 – 25 por ciento de deforestación y degradación combinadas, el sistema alcanzará un punto de inflexión irreversible que puede traducirse en la muerte regresiva de todo el ecosistema. Esto liberaría emisiones masivas de dióxido de carbono y traería consecuencias rápidas y catastróficas para la estabilidad climática global.

¿Por qué el 80% de protección?

Asegurar la integridad de los sistemas hidrológicos, la biodiversidad y garantizar el rol fundamental de la Amazonía como regulador climático mundial, requiere que al menos el 80 por ciento de sus bosques permanezcan intactos. Al superar el umbral del punto de no retorno, a pesar de implementar acciones de regeneración de los ecosistemas, la Amazonía perdería sus características que hacen que funcione como el corazón biológico de nuestro planeta: secuestra y almacena grandes cantidades de carbono, regula el clima continental y global, produce oxígeno y lluvia, impulsa los sistemas climáticos, entre otros beneficios.

Los actuales niveles de deforestación en la Amazonía son alarmantes. Investigadores (2019) predicen que la deforestación conducirá al desarrollo de sabanas principalmente en el este y el sur del Amazonas, quizás extendiéndose hacia las áreas central y suroeste, porque estas zonas están naturalmente cerca de la cantidad mínima de lluvia requerida para que prospere la selva tropical.

¿Por qué al año 2025?

Las metas actuales globales de conservación establecen objetivos al 2030. Para entonces, según los índices de destrucción y degradación registrados, más de la mitad de la Amazonía ya habrá sido destruida. «Las tendencias actuales de expansión agrícola y ganadera, incendios, sequías y tala podrían deforestar o dañar severamente el 55 por ciento de la selva amazónica para el año 2030» (WWF – 2019). Lovejoy y Nobre (2019) establecieron que “la Amazonía no solo no puede soportar una mayor deforestación, sino que ahora requiere una reconstrucción como base sustentadora del ciclo hidrológico si se quiere que la Amazonía continúe sirviendo como un volante del clima continental para el planeta y un elemento esencial parte del ciclo global del carbono como lo ha sido durante milenios”.

Por lo tanto, la región se encuentra inmersa en un contexto de punto de no retorno o pérdida de capacidad de resiliencia del ecosistema. No estamos proyectando un escenario futuro, estamos viviendo un nivel continuo de destrucción en la región con implicaciones negativas para el planeta.  En 8 años, es posible que la Amazonia deje de existir tal y como la conocemos.

Nuestras acciones en los próximos años determinarán el destino de nuestro planeta durante los próximos milenios.